Ante el balotaje del 22 de noviembre. Ni Scioli ni Macri. Voto en blanco.

naipeUna ola de polarización. El pasado 25 de octubre la gran mayoría de la población optó entre Scioli, Macri y Massa. Y ahora, en la previa del balotaje, se ve venir un tsunami que presiona a decidir entre Scioli o Macri. Como si no existiera otra opción para los que no comparten la política de ninguno de los dos.
Los unos y los otros. Hay quienes quieren aliarse con quien sea y votar a Macri para “terminar con la soberbia y el mal gobierno de Cristina de una vez por todas”, incluso teniendo desconfianza en el PRO. En las antípodas están los que llaman a votar a Scioli (a quien hasta hace poco tiempo defenestraban) y dejan de lado diferencias con el objetivo supremo de “defender el proyecto nacional y popular y no volver a los ‘90”. No compartimos ninguna de estas visiones.

Ventanilla equivocada. Minoritariamente, hay quienes cargan las tintas sobre la izquierda diciendo “llamen a votar a Scioli, si no van a ser cómplices de que Macri sea presidente”. Algunos lo hacen desde el justo odio político que le tienen al macrismo y que compartimos. Otros, a partir de las campañas mentirosas montadas por los aparatos y punteros del FPV. Lo cierto es que desde la izquierda siempre apoyamos la organización y la lucha contra el macrismo. También contra el gobierno nacional y sus socios provinciales.

Distintas opiniones en la mesa. Aún sin compartir la posición de quiénes optan por Scioli o Macri, somos respetuosos de las distintas posiciones en danza, sobre todo las que surgen de compañeros que son honestos luchadores. Parte de ese respeto es decir la verdad sobre lo que opinamos. Y en el escenario de polarización extrema que se avecina, tenemos una posición clara: vamos a votar en blanco. Y daremos nuestra opinión ante algunos interrogantes que se plantean en la calle.
¿Existe el mal menor? Decían que Menem sería mejor que Alfonsín. De la Rúa mejor que Menem. Duhalde mejor que De la Rúa. Los Kirchner mejor que Duhalde y ahora Scioli mejor que Macri. Siempre el mismo verso. Y los de abajo estamos cada vez peor. No te dejes engañar por lo que dicen en los debates, ni por los maquillajes de ocasión. Con los candidatos patronales no hay mal menor. Todos son mal mayor.

¿Son distintos? Los une un vínculo de origen: son y se reconocen orgullosamente hijos políticos de Menem. Ambos gobiernan para las corporaciones, los empresarios y el imperialismo. Privilegian las ganancias de los patrones sobre el salario de los trabajadores. Hicieron reprimir protestas y perseguir luchadores. No priorizan la salud, ni la educación pública. Tampoco la creación de trabajo digno, ni la construcción de viviendas populares. Nunca se preocuparon por parar la contaminación, ni la megaminería. Tampoco por frenar la violencia de género. Lo dijimos antes, lo repetimos ahora: son lo mismo.

¿Honestos o corruptos? El PRO tiene a Niembro y un candidato a presidente con más de 200 causas judiciales. El FPV tiene una familia sospechada en el poder, a Lázaro Báez, Aníbal Fernández y Boudou y a Jaime procesado por corrupto y responsable de vidas que se perdieron. Además de otros tantos mafiosos ubicados en el gobierno nacional, en los provinciales y en las cúpulas sindicales. Todos quieren pagar la fraudulenta e ilegítima deuda externa. Aceptan coimas de los empresarios. Lucran con las necesidades de los más humildes. La corrupción está enquistada en unos y en otros.

¿Nacional y popular o neoliberal? Los dos son enemigos de las luchas y los reclamos. Sólo se pelean por definir quién sostiene el modelo capitalista de hambre, entrega y saqueo en las mejores condiciones posibles. Aunque embellezcan sus discursos, tanto Scioli como Macri tienen en carpeta el ajuste y la devaluación. Gane quien gane será “Volver al futuro menemista”. Intentarán que la crisis la paguen los trabajadores y el pueblo. Un signo distintivo de los gobiernos antipopulares.

¿Hacerle el juego a la derecha? Quieren imponer que votar en blanco es hacerle el juego a la derecha. Es una gran mentira. Lo cierto es que sí Macri y Vidal avanzan no es por responsabilidad de la izquierda que siempre los combatió. Es por los desastres de los K en el poder. Y porque en vez de enfrentarlos siempre pactaron con ellos dándoles mano libre para gobernar en la CABA. Esta es la responsabilidad que los dirigentes K quieren esconder a toda costa.

El tercero en discordia. Animate a romper el círculo vicioso que se inicia al “votar con la nariz tapada” “tragarse el sapo” o “votar por lealtad” y se cierra cuando te traicionan. En esta elección no hay dos opciones, sino tres. Votar en blanco no es “lavarse las manos” ni “hacerle el juego a la derecha”. Por el contrario, es reafirmar el compromiso de oposición consecuente que asumimos cada día en las fábricas, los colegios, los hospitales y los barrios humildes. Desde el MST – Nueva Izquierda no vamos a avalar con el voto a los que desde el gobierno, seguirán siendo verdugos de los trabajadores y el pueblo. Más adelante la realidad dirá quién tuvo razón.
Sea como sea, seguiremos impulsando la lucha unitaria de los de abajo y la construcción de una alternativa política amplia y de izquierda, para disputar con fuerza contra los que nos quieren hundir.

 

Las presidenciales movieron el tablero. Voto castigo y balotaje

Los resultados de la elección del domingo muestran un sorpresivo cambio de escenario. Tres datos duros lo certifican: el castigo al gobierno con un Scioli que ganó por apenas dos puntos, la derrota bonaerense como un componente de calidad que sella crudamente el fin de ciclo y el ascenso de Macri que va al balotaje y entra en disputa real por la presidencia. El FIT se estancó por su sectarismo, perdiéndose la oportunidad de colocar a la izquierda como alternativa de disputa real. En el balotaje no apoyaremos ni a Scioli ni a Macri, ambos son candidatos de las corporaciones y el ajuste.

Paca red

Escribe Guillermo Pacagnini

Los números hablan por sí solos. La diferencia entre Scioli (36,8%) y Macri (34,3%), que fue de los 8,6 puntos en las PASO, ahora se redujo a apenas 2,5. Macri, fue segundo pero queda en una posición con «expectativa ganadora», a diferencia de lo que se preveía. Ningún encuestador acertó. Es evidente que las tendencias preveían el balotaje pero con un Scioli en posición ganadora, con una diferencia igual o mayor que en las primarias. Massa resistió esa polarización relativa e incluso sumó cerca de un punto sobre su resultado de las PASO (21,34%), ungiéndose en una suerte de árbitro para la segunda vuelta. Y demostrando que tampoco los dos de arriba pudieron llevarse todo. Ha sido una campaña que no despertó mayor entusiasmo. Stolbizer retrocedió al quinto lugar con el 2,5% conformando la caída libre de la centroizquierda tradicional. En Santa Fe, Binner quedó tercero y perdió su banca de senador. El FIT se estancó en el 3,3% similar al de las PASO (ver nota)
Reacomodos por arriba, pero abulia por abajo. La ausencia de actos masivos, de clima en las calles, de fervor o enamoramiento por algún u otro proyecto, tiene su raíz en la falta de verdaderas alternativas, que planteen medidas para solucionar los graves problemas pendientes. Por el contrario, los dos candidatos que van al balotaje, más allá de las promesas de la última semana de disputa, esbozaron que van a garantizar un escenario de ajuste y vacas flacas para los trabajadores y el pueblo.

Castigo electoral y fin de ciclo

Más allá de que la matemática coloca a Scioli primero, hay sabor a derrota. No sólo porque el «efecto ganador» quedó del lado de Macri. Scioli queda mal en la línea de largada para el balotaje y se coloca la posibilidad, que era remota luego de las PASO, que Macri termine siendo presidente. Perdió en las provincias principales del país, de mayor peso específico y político, es decir la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza y Santa Fe. Y se quedó sin la mayoría propia en la cámara de Diputados. El FPV y sus aliados perderán 26 bancas. Tendrán 117 diputados y la primera minoría, pero se alejarán del quórum de 129. Por otro lado, votaron 2 millones de personas más que en las PASO, de las cuales casi 1,5 millón lo hizo por Macri. Scioli apenas pudo sumar unos 200.000 de esos votos. En la provincia de Buenos Aires, creció menos de 2.000. La derrota bonaerense (ver recuadro), tiene un doble efecto. Aportó el golpe decisivo para el resultado nacional y es una nueva muestra de la crisis estructural e histórica del peronismo, que pierde su bastión electoral después de casi 30 años de control.
Sin lugar a dudas, pese a que Scioli consiguió encolumnar en las últimas semanas a diversas franjas del FPV y que logró un mayor apoyo de sectores del establishment, primó la tendencia al castigo. Es evidente que la inflación, la desocupación creciente, la crisis del transporte, la salud y la educación, sobre todo en su provincia pesaron a la hora del voto, más que los millones invertidos y el apoyo de los de arriba. El desgaste que venían disimulando se hizo evidente.
El fin de ciclo se confirma. No solamente por la debilidad del FPV. Sino porque Scioli encarna un proyecto distinto acorde a la crisis internacional y al agotamiento del modelo construido con viento de cola. Se necesita normalizar el país hacia un capitalismo más clásico. Scioli se postuló y los sectores empresariales jugaron fichas a los dos candidatos viendo quién salía mejor posicionado. Ambos candidatos, más allá del estilo, eran funcionales a los planes diseñados en los foros empresariales.

Macri al balotaje

Macri capitalizó la bronca y el desgaste. Ese ha sido el factor decisivo. Fue la herramienta, equivocada, por cierto, ante la ausencia de una alternativa superadora, del castigo electoral. Otra vez se cumple una regla de oro. Que los gobiernos falsamente progresistas, cuando se agota su doble discurso y dan paso a las medidas antipopulares, le abren la puerta a opciones políticas más conservadoras. Esta suerte de Alianza del aparato de la UCR, con la Coalición de Carrió y el PRO, también adaptó su discurso «más a la izquierda» para captar el voto de los sectores descontentos.
Por otro lado contó con el apoyo de sectores concentrados de la economía que lo vieron más creíble para llevar adelante sin interferencias el plan de ajuste. Ahora que el «efecto ganador» está del lado de Macri, al haber obtenido un resultado muy superior al esperado y colocarse bien en la carrera final hacia la Rosada, se ha intensificado este apoyo. La declaración de la asociación empresaria más concentrada (AEA) saludando el balotaje y llamando al cambio, así como la respuesta de «los mercados», van en ese sentido.

Lo que se viene

Ahora se viene un mes de batalla donde van a utilizar armas y bagajes para inducir a una extrema polarización. Es el primer balotaje presidencial que vamos a vivir. Ambos contendientes van a hacer denodados esfuerzos, convenientemente sostenidos por millones de inversión publicitaria, por mostrarse distintos y apelar al voto supuestamente útil. Lo que se esbozó en la campaña se va a multiplicar exponencialmente. Desde el bunker de Scioli tratarán de remontar el golpe, mostrándose como una alternativa más progresista que Macri, seguramente volverán al viejo truco de agitar el fantasma de la derecha. Desde el macrismo, pasarán revista al balance negativo de la gestión bonaerense tratando de sacar rédito del triunfo de Vidal. Como decimos en la Editorial, llamaremos a los trabajadores, a los estudiantes, a los vecinos de los barrios a no confundirse y a no avalar a ninguno con su voto. Ambos ya gobernaron sus distritos y demostraron no solucionar los graves problemas pendientes.
Votan juntos los presupuestos a la baja y centenares de leyes funcionales a las corporaciones. Gane quien gane, querrán hacernos pagar los platos rotos de la crisis capitalista. Lo más probable es un aumento de la conflictividad social para impedirlo.

  Guillermo   Pacagnini

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El voto a izquierda y la oportunidad perdida